Con una hermosa postal de verano nos despedimos hasta septiembre, no sin antes desearles un muy feliz verano.
Hoy quiero regalarles un microcuento, gracias a Tere que fue mi fuente de estímulo....
Adul-Laya
Los juegos se repetían una y otra vez, las risas se
cruzaban con el zumbido del vaivén de las olas. Un ligero ronroneo de una
pequeña embarcación les hizo levantar la vista descubriendo una lancha llena de
herrumbre por los costados. Algo llamó la atención del pequeño Adul-Laya. Unas
piernas alargadas saltaron a la arena, acompañándolas, unas amplias redes se
divisaron en el agua. Allí estaban saltando de un lado a otro, como queriendo
escapar de un destino previamente escrito.
Los ojos del pequeño Adul-Laya se abrieron como
persianas, apenas pestañeaba, su boca se hacía agua solo de pensar en el
presagio y el fortunio de aquella tarde. Corrió con decisión, quería ser de los
primeros, aquellos bien hallados ayudarían en los quehaceres de aquella barcaza
y como recompensa obtendrían el alimento de varios días.
Las palabras de su madre retumbaban en su cabeza, ¡hoy
es un día de suerte! pensó. Su respiración estaba agitada, llegó a los pies de
aquel hombre esperando respuesta, una señal que le indicará el comienzo. Lo
había visto tantas veces pero nunca se acercaba lo suficiente. Alzó la mirada,
vio la señal reflejada en aquel rostro y tiró, soñando con la comida.
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